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  • Andrés Julián Chiriboga Villacreces

La posesión del alma

En una fría tarde de abril me encontraba caminando de regreso a mi departamento en el centro de la ciudad. Es un cuarto pequeño en el cual vivo solo y de vez en cuando mi madre viene a visitarme para ayudarme con los quehaceres. Todos los días realizo el mismo recorrido, pero este día he decidido tomar un atajo, ya que debía volver pronto para cambiarme y salir a una cita. Las calles de la ciudad estaban desoladas, y una tenue niebla se aproximaba a lo lejos, mas eso no iba a impedir que vaya por el atajo. El atajo consistía en salir por una calle al patio trasero de una casa abandonada, saltar una pequeña reja y seguir todo recto hasta llegar a mi edificio.


Cada vez iba apresurando el paso para llegar más rápido, nunca he tenido la idea de ver cosas sobrenaturales, la verdad no creo mucho en esas cosas. Mi amigo del instituto me contaba la otra noche acerca del alma, cada uno tiene un alma, unos la tienen más negra, como el mismo lo decía, dañada por su negatividad; y los otros un alma blanca y perfecta, que representaba la luz y reflejaba una vida de bien. Según el cuando una persona tiene el alma negra atrae a los demonios que habitan en la tierra y los poseen. Me parece una verdadera tontería, nada de eso es real, por lo menos para mí.


Una vez que llegue a la casa abandonada me quede observando detenidamente el patio trasero, aquel patio por el cual debía cruzar. Se veía cada vez más oscuro. A medida que iba avanzando hacia la casa sentía una fuerte presión en el pecho, como si alguien me estuviera deteniendo y empujando hacia atrás. No entendía lo que estaba sucediendo, por lo que decidí detenerme y encender un cigarrillo. El patio estaba destrozado, los columpios se movían con el viento, las ventanas de la casa sonaban cada que el viento soplaba más fuerte. Empecé avanzar sigilosamente en dirección a la reja y saltarla para continuar.


Eleve mi brazo para ver la hora, eran las siete de la noche, había perdido demasiado tiempo. Sara ya estaba en camino al café donde nos íbamos a encontrar. Habíamos hablado unos días en el instituto y esta ocasión acordamos en ir a tomar algo al café de la ciudad. No tenía tiempo para detenerme a pensar, por lo que arroje el cigarrillo a la acera y lo pise. En eso escuche como la puerta del patio trasero comenzó a abrirse muy lentamente, para mí era solo el viento, sin embargo me detuve e intente sentir la brisa en mi rostro. El viento no estaba soplando en ninguna dirección, la puerta se había abierto sola. Me quede observando detenidamente pensando que era un vagabundo de la zona, que iba a salir a agredirme, por lo que me agache rápidamente y tome una piedra para defenderme.


Mi amigo m había comentado también que la posesión comienza de una manera tan simple y pasa en un segundo, el espíritu maligno solo debe acercarse lo suficiente como para adentrarse al cuerpo y apoderarse del alma. En ese momento me puse a analizar y la verdad teniendo un poco más de entendimiento, mi alma no era pura, no podía ser considerada como un alma blanca, sino como una negra, oscura y fácil de poseer.


El miedo me fue subiendo poco a poco. Sentía como un escalofrió invadió lentamente mi cuerpo. No podía bajar la mirada de la casa, estaba aturdido y paralizado, así como cuando estas durmiendo y no te puedes mover, ni hablar, ni si quiera gritar, solo ves lo que está pasando a tu alrededor. Sentí esa misma sensación tan horrible, la cual nadie la quiere vivir. Intente moverme lo más rápido sin conseguirlo. Fue en ese momento que solo vi lo que había dentro de la casa, una sombra negra, no un negro como el cielo de la noche, sino un negro completo, uno de esos que con solo verlos sabes que tienen todo lo negativo del mundo. En eso, dos bolas a la altura de la cabeza, se iluminaron, eran dos ojos, como los de un gato.


No podía creer lo que estaba observando, el mal estaba presente ante mí, estaba más que seguro que yo iba a ser su próxima víctima. No se puede huir de algo tan negativo como lo que estaba enfrente de mí. Veía como se acercaba a mí y en un abrir y cerrar de ojos me invadió por completo, estaba dentro de mí, la sentía esa presencia en mi alma, esa negatividad invadiendo cada rincón de mi cuerpo. La oscuridad era tal que no soporte más y solo sentí como mi cuerpo se desvanecía hasta quedar tendido en el patio trasero de aquella vieja casa.

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